Las personas vienen, las
personas van, la vida sigue y el recuerdo es un puñal que desgarra el pecho.
Muerte, vida, la inconstancia del absolutismo eterno. Y en paseos desterrados por
alfombra de rabia contenida, el reencuentro complicado con la confianza. Y en
destellos nebulosos, los sueños incumplidos de esta melancolía inusitada del desdén.
una lucha casual por hacerlos realidad, lucha inusual por llegar hasta el
final. Carraspeos de incomodidad a la sombra de una traición y no hay letargo más
amargo que el de no saber perdonar. Un crujido malhumorado trituró tibios
cielos bajo la tormenta en este siglo congelado que es un segundo a mi suspirar.
Son las llamas que a voces claman escupitajos al aire, quemando a escondidas
los momentos imborrables de este plano con tachones y borrones en la
arquitectura malformada de mi corazón. Y que cómico es el danzar estúpido de mi
sonrisa en muecas picarescas al ver al ser imaginado en las frías noches de
soledad.
¿Qué vas a gemir por siempre? ¡Bah!
Yo miro mi encorvado caminar, el cojear obsceno y los tropiezos desdichados, y
no queda más que reírse a carcajada partida en el estúpido divagar de la mente;
de qué sirve lamentarse, de qué sirve la autocompasión, ¡machaca de una vez la
incuestionable farsa de tu ser!
Y con mi otra mejilla recojo
el guante y ¡a luchar! ¡a luchar! ¡a luchar! Esto no ha hecho más que comenzar
y las apariencias con pinzas y al sol tienden a engañar…