viernes, 27 de febrero de 2015

Ochenta y ocho besos de menta



El viento mecía entre sus brazos relatos dormidos, susurrados a voces en el palpitar vacío de la volátil noche.

De la nada apareció el todo, y con sus ochenta y ocho besos de menta engalanaron la resquebrajada alma del sediento, alma que se alimenta en secreto de la sonrisa frágil del silencio evaporado, dulce melodía que se acurruca en su pecho dándole un aliento nuevo.

En la sonrojada habitación de un corazón acelerado se traspapelaron todos los planos montañosos de un futuro incierto, creando realidades alternativas sobre las difusas siluetas de verdes miradas, aun tibias por pasados caducados, pero teniendo muy presente que la imposibilidad de lo inconmensurable a veces es factible.

El viento, ahora mece entre sus brazos relatos inspirados, evocaciones sublimes que son silbadas provocando la envidia a los pájaros que están que trinan, pues ven el vuelo majestuoso del alma incansable, reparada, que escucha los susurros a voces en el palpitar desbordante de la eterna noche.