Grandes son las caricias de buenaventura que al morir el sol aparecen
sigilosas, intuitivas. Se desgastan los minutos entre afiladas carcajadas,
abrigo desmedido que ensombrece la rutina y da descanso acurrucado al desván
polvoriento del alma. Siluetas en la sombra reverdecen almohadas y el fugaz
sendero que te lleva a la luna. No hay instantes renegados en los auspicios del
delirio, pues postrado boca arriba enmudecen inquietas yemas, deseosas de
sollozar a gritos estandartes melindrosos de insignias difuminadas. Voraz
amalgama de medianoche que engulle la simiente de la verdad para desalojar
páramos enhiestos, para despojar secos mares, para sumergir en locuras banales
la desdicha del porvenir. El desgaste acumulado trajo consigo alabanzas,
pernoctando ralladuras olorosas de futilidad. Y al rallar el alba y escurrir su
aroma recordarás la tranquilidad que te dieron aquellas palabras lanzadas al
vuelo, para nunca pensar más en castillos derruidos en épocas turbulentas.
sábado, 5 de julio de 2014
miércoles, 2 de julio de 2014
Mares del pasado
(primera parte)
Nunca se
puede obviar la sinrazón. Entre halos de luz y brillantes reflejos creció neblina
espesa de mediodía, un anhelo inmutable de sueños que galoparon sigilosamente
hacia lo más hondo del alma consiguiendo que se desvaneciera aquella luz y
creciendo un anhelo que se posicionó en primeria línea de batalla. Una decisión
cimentada en la ilusión, tan fuerte que fue capaz de romper todo lazo de unión
al pasado, capaz de olvidar toda dádiva y todo don perfecto, y secuestrar en la
cárcel del corazón toda perspectiva que la mente quiso dictaminar.
Pasó el
tiempo y tiempos y tiempo y medio y no fue la genialidad inherente de las
nostalgias lo que hizo recapacitar a tantos años perdidos, sino que fue la
extinción implacable de aquella falsa ilusión que entre el querer y no poder
desgastaron cada una de las frases que jamás se dijeron. Ni siquiera el fruto
de la pasión fue una posible solución, más bien fue una carga angosta que
reflejaba en sus ojos tanto dolor, tanta rabia desconcertada, tantos errores...
Pero todos aquellas liturgias entumecidas que aún dañan cada poro de la piel
fueron la llave para regresar a la luz , para atar el alma arrepentida a
cuerdas de seda, para estabilizar el timón de un navío azotado por tempestades,
para calmar la sed de un desierto ensimismado.
Y ahora no
sólo quedan las batallas que nos regalan las incertidumbres, sino que todas
aquellas batallas abiertas sin pensar se acumulan sobre éstas, y la carga de un
escudo oxidado parece no servir de ayuda. Mas enluce la agonía, despoja viejas
heridas con ironías ensimismadas, despilfarra las sonrisas que envolvieron la
alegría, nunca es tarde para volver a empezar y crear nuevos caminos donde
pasear.
La sinrazón
domina cada una de las huellas que dejamos marcadas en la arena de nuestras
venas. Simplemente hay que saber dominar y quitarse el sin para guardarse en
los bolsillos la razón. De esa manera podrás conseguir quitar ese nerviosismo
nefasto de dudas que no te deja continuar ni apreciar lo bueno que tienes y
así, sobre ello, volver a construir palacios sobre las ruinas de cabañas
quemadas.
Tempestades en ciernes (segunda parte)
En amalgama
difusa de sauces y holocaustos exprimidos, se esconden lágrimas tras una
represa de delirios y actuaciones comedidas. Baila la esencia del viento en
tremebundos espejismos ignorando que en la palma de la mano reposan caricias
lejanas de rosa y esmeralda. Deja que el susurro de legañas disipadas
revoloteen entre los dedos y que en vacíos bolsos de sabia abunden
conocimientos despiertos. No se puede ahogar la seca desidia de un pasado, solo
se debe aprender a surcar las olas y los adioses de palo. Tempestades en
ciernes quieren de nuevo en ocasiones dilapidar todo lo que el ancla conservó,
iza velas y las estrellas guiarán, aprende a navegar...
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