sábado, 5 de julio de 2014

Medianoche


Grandes son las caricias de buenaventura que al morir el sol aparecen sigilosas, intuitivas. Se desgastan los minutos entre afiladas carcajadas, abrigo desmedido que ensombrece la rutina y da descanso acurrucado al desván polvoriento del alma. Siluetas en la sombra reverdecen almohadas y el fugaz sendero que te lleva a la luna. No hay instantes renegados en los auspicios del delirio, pues postrado boca arriba enmudecen inquietas yemas, deseosas de sollozar a gritos estandartes melindrosos de insignias difuminadas. Voraz amalgama de medianoche que engulle la simiente de la verdad para desalojar páramos enhiestos, para despojar secos mares, para sumergir en locuras banales la desdicha del porvenir. El desgaste acumulado trajo consigo alabanzas, pernoctando ralladuras olorosas de futilidad. Y al rallar el alba y escurrir su aroma recordarás la tranquilidad que te dieron aquellas palabras lanzadas al vuelo, para nunca pensar más en castillos derruidos en épocas turbulentas.


miércoles, 2 de julio de 2014



Mares del pasado      (primera parte)              

 

Nunca se puede obviar la sinrazón. Entre halos de luz y brillantes reflejos creció neblina espesa de mediodía, un anhelo inmutable de sueños que galoparon sigilosamente hacia lo más hondo del alma consiguiendo que se desvaneciera aquella luz y creciendo un anhelo que se posicionó en primeria línea de batalla. Una decisión cimentada en la ilusión, tan fuerte que fue capaz de romper todo lazo de unión al pasado, capaz de olvidar toda dádiva y todo don perfecto, y secuestrar en la cárcel del corazón toda perspectiva que la mente quiso dictaminar.

Pasó el tiempo y tiempos y tiempo y medio y no fue la genialidad inherente de las nostalgias lo que hizo recapacitar a tantos años perdidos, sino que fue la extinción implacable de aquella falsa ilusión que entre el querer y no poder desgastaron cada una de las frases que jamás se dijeron. Ni siquiera el fruto de la pasión fue una posible solución, más bien fue una carga angosta que reflejaba en sus ojos tanto dolor, tanta rabia desconcertada, tantos errores... Pero todos aquellas liturgias entumecidas que aún dañan cada poro de la piel fueron la llave para regresar a la luz , para atar el alma arrepentida a cuerdas de seda, para estabilizar el timón de un navío azotado por tempestades, para calmar la sed de un desierto ensimismado.

Y ahora no sólo quedan las batallas que nos regalan las incertidumbres, sino que todas aquellas batallas abiertas sin pensar se acumulan sobre éstas, y la carga de un escudo oxidado parece no servir de ayuda. Mas enluce la agonía, despoja viejas heridas con ironías ensimismadas, despilfarra las sonrisas que envolvieron la alegría, nunca es tarde para volver a empezar y crear nuevos caminos donde pasear.

La sinrazón domina cada una de las huellas que dejamos marcadas en la arena de nuestras venas. Simplemente hay que saber dominar y quitarse el sin para guardarse en los bolsillos la razón. De esa manera podrás conseguir quitar ese nerviosismo nefasto de dudas que no te deja continuar ni apreciar lo bueno que tienes y así, sobre ello, volver a construir palacios sobre las ruinas de cabañas quemadas.

 

Tempestades en ciernes     (segunda parte)

 

En amalgama difusa de sauces y holocaustos exprimidos, se esconden lágrimas tras una represa de delirios y actuaciones comedidas. Baila la esencia del viento en tremebundos espejismos ignorando que en la palma de la mano reposan caricias lejanas de rosa y esmeralda. Deja que el susurro de legañas disipadas revoloteen entre los dedos y que en vacíos bolsos de sabia abunden conocimientos despiertos. No se puede ahogar la seca desidia de un pasado, solo se debe aprender a surcar las olas y los adioses de palo. Tempestades en ciernes quieren de nuevo en ocasiones dilapidar todo lo que el ancla conservó, iza velas y las estrellas guiarán, aprende a navegar...