Prácticamente inalcanzable. De hermético perecer. De sueños roídos
y tropiezos por doquier. Cabizbajo en hermosura casual. En delirios absorto. En
ganas de dormir por obligación. Aprendiendo cada segundo. Auto humillado como
deber y obligado a luchar continuamente. De la noche enamorado. En pasiones por
la luna. Despreciado sin razón. Hermano de la bondad. Introvertido como defensa
y como escudo la invisibilidad. Despertando envidias sin pretenderlo. Dando el
alma en cada acción. Enemigo de la mentira. En sueños a menudo. En aventuras
constantemente. Destinado a ser grande y viviendo en pequeñez. Revoloteando en
frenesí. Bajo tormentas helado y bajo el influjo de balbucear inmolado. Huérfano
de maldad y carente de envidias. Desdichado por bandera y conquistador por
aguerrido batallar. Despreciando la gloria y el ser ensalzado, mas amante de
pasar desapercibido. Experto en saber olvidar e incapaz de recordar el día
anterior. Por locura el ingenio de ingenioso voluntad que divaga en lo
absurdo del irremediable tararear. Inimitable.
De irremediable elocuencia en suburbios ancestrales. De incomprendida seriedad.
Payaso hasta la excelencia. Travieso con las palabras. De imaginación desbocada.
En risas experto y de continuo. Leyenda olvidada demasiadas veces. Paseando con
la soledad por costumbre. Solitario. Transeúnte de almas abatidas. Desatando ímpetu
y fuerza de corceles indomables en todos los hechos. Carismático y audaz de hoyuelos
tortuosos. Jamás participante en una discusión. Obviado por la vida. Como fénix
resucitado una y otra vez sin aparentes quemaduras. Despreciable, quizás, como
en este instante en el que leer este autorretrato puede significar bofetadas
bien dadas, posiblemente las que merezco. Contradictorio. Pero ante todo, un
caballero…