Permanentes desventuras que se atrincheran en los espacios en blanco
del resentimiento consentido; diáfana catacumba impregnada de sueños rotos y
maltrechos contoneos esporádicos de suspiros quebrados, que disipan las dudas
enfrascadas en cantos mudos de ingenuidad.
Cambiante luna de cuarto menguante y armarios vacios, que empaña
cristales con el sollozo desorientado de una marioneta que quiso coger aire y
exhalar lagunas decadentes de miedos, provocando marejada de lágrimas, capaz de
borrar las huellas grabadas en esta arena de soledad.
Y en la claustrofobia de mi pecho adormilado, mi corazón golpea sin
ton y al son de recuerdos olvidados, que bailotean agazapados en mi mente
maltrecha de decepciones y delirios de ser feliz, utopía ancestral del alma
desolada.
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